Recordar no vale la pena.

Si te veo, en la calle acompañada

caminando de la mano de un sujeto cualquiera

y se de pronto, sin lugar a dudas

que lo nuestro es pasado,

que has continuado y yo, siempre he sido yo,

me he quedado quieto, esperando que quizás

todo, se solucione de pronto, sin palabras

sin hechos, sin arrebatadas locuras,

sin inesperados detalles, me he quedado quieto

y he sido un tonto.

Amelia

 
Sonaba una campana en algún lugar, y la gente marchaba apurada en todas direcciones, el tráfico era horrendo y en general la frescura de la mañana se veía afectada por el constante exhalar químico del tráfico típico de los días de semana en el centro de esta caótica ciudad, un hombre maduro, con algunas canas en la cabeza, con fastidio en el rostro acomoda los diarios en un estante metálico que en algún momento fue verde, pero que el tiempo ha desgastado hasta dejarlo casi blanco, acostumbrado al ruido constante de las bocinas en la esquina, no se inmuta ante nada, ni siquiera ante la muchacha joven de vestido con motas que en ese momento estaciona su bicicleta verde agua junto a él, un hombre más joven, con menos cansancio en el alma, diría que se trata de una mujer muy bella, con los rizos castaños escapando debajo de ese sombrero, pero este sujeto en particular ha pasado mucho tiempo en esa esquina y ha visto muchas mujeres bellas, para él no es más que una muchacha joven con un extraño sombrero, quizás en el fondo la sabe bella y se siente atraído por ella, pero es un hombre práctico y sin siquiera sonreír le ofrece a la joven el periódico del día de la fecha, con la reina del carnaval en su traje de fantasía iluminando la portada, a un módico precio, y con un especial en la sección cultural dedicado a la más reciente exposición de un pintor de cierto renombre en el medio local.
La muchacha, en realidad no contemplaba al vendedor de diarios, ni a los diarios, ella veía, una mancha en el estante, una mancha extraña, con forma de mariposa y que a su criterio era de lo más adorable, y le recordaba esa tarde en la que se aventuró a visitar el parque de las mariposas, y estaba sumida en el ensueño de una tarde de primavera cuando la oferta comercial del vendedor la regresó a esa mañana veraniega, con cierta torpeza sacó de su bolso el dinero necesario y selló la transacción con un gracias, después de esta breve interacción el universo volvió a moverse, un semáforo cambió de color, y la muchacha en cuestión se unió al tráfico con su bicicleta bohemia , dos pedaleos y un suspiro después llegó a su destino.
El destino, en el caso de Amelia, que así se llama la muchacha de sombrero extravagante, tiene forma de una pequeña florería, que abrió hace unos meses con ayuda de una tía y con el apoyo de sus amigos, su concepto es vender ramilletes que dicen lo siento, una idea simple y efectiva por la cantidad de clientes diarios, por ahora la hace feliz, le proporciona estabilidad económica, y tiempo para trabajar en sus pinturas, es todo perfecto, todo marcha acorde al plan, y Amelia sonríe, y prepara una taza de té negro, se sienta detrás de su escritorio, y hojea el diario recién comprado, las noticias cotidianas se repiten, la delincuencia aumenta, la economía al borde del colapso, en oriente medio ha nacido un nuevo grupo extremista y en Japón inventaron un robot que puede saltar la cuerda. Nada extraordinario, hasta que en un giro de azar mientras busca el horóscopo para justificar la inversión encuentra la página de sociales con una foto, una boda, dos sonrisas, muchos invitados.
En el centro de todos él, y ella, a ella no la conoce, pero él, el aún tiene el rostro del chico tímido que conoció esa noche de biblioteca hace ya una década, lo recuerda de cuando eran casi unos niños que vagaban por las calles de la ciudad sin saber dónde iban, lo recuerda de la noche en la que él le robó un beso y ella le regaló una bofetada indignada, lo recuerda de los atardeceres tomados de la mano, de las incontables cenas familiares, de las clases de tango, del día que la dueña de Kiwi’s les cambió el menú para hacerlo vegetariano, le recuerda y el recuerdo le duele tanto, eran tan distintos cuando de rodillas se le ocurrió sacar ese anillo, y hablar de una casita con cerca blanca, de niños, de un perro llamado Mondragón, recuerda aún sentirse horrorizada con la idea, y aún la asusta un poco, se siente mal, y derrama algunas lágrimas sobre un lirio, se sabe tonta y se siente miserable, pero el día continúa, la vida también, enjuga las lágrimas e inhala sus penas en un suspiro, es tarde, el pasado no se puede borrar, no vale la pena alterar el presente y cuando se siente desfallecer el sonido del timbre la interrumpe, una joven demasiado elegante para la hora y el lugar entra en la tienda, su plática banal la distrae, la atiende de la mejor manera posible, y le agradece en silencio por darle un pretexto para continuar.

Te buscaba.

Como en días pretéritos pluscuamperfectos, osea cómo en el pasado rebuscado y rehusado yo había salido de clases con la cabeza llena de números y el sol todavía brillaba alto en el cielo, las calles relativamente transitadas de las cercanías del edificio de la facultad que en aquel entonces todavía compartíamos no ofrecían cobijo, ni sombra, y no me apetecía pasar la tarde en compañía de mis efusivos amigos. Fue en esas circunstancias en las que me decidí a buscarte, no sabía tu nombre, no imaginaba tu posible apariencia, pero algo me decía que estabas tan cerca que podía sentir tu inminente proximidad, caminé por largas horas por calles que si alguna vez tuvieron nombre lo olvidaron con los años y se transformaron en estrechos callejones y pasajes innominados y finalmente desistí, no estabas allí, sería otro día.

Estar Contigo

Transcurren los dias y regresa la sensación de vacio, como pronosticando la calamidad que se avecina, los mareos constantes, la divergencia de mi pensamiento, tu, mis deberes,los sucesos del mundo y otra vez tu, me siento desfallecer, me falta la fuerza de voluntad de la que hacia gala en otro tiempo, me falta la motivación necesaria para dirigir mis pasos, y entre tanto voy dando vueltas, alrededor de un eje que se balancea con el viento, voy perdiendo el equilibrio,y a falta de otra razón aparente o real, culpo la debilidad al efecto psicologico de haber perdido de estar contigo la mas remota posibilidad.

Logica Homérica

Logica Homérica.


By: Me



Ramiro Sin Cerveza,

Pierde la cabeza...

Ramiro con cerveza,

Pierde la cabeza...

Entonces es lógico

asumir que ahora

Ramiro ha perdido

totalmente la cabeza.